La historia de la jardinería comienza, aproximadamente, hace unos 10.000 años con el descubrimiento de la agricultura y la ganadería. Los seres humanos dejaron atrás la vida nómada para construir asentamientos duraderos en los que pudieran criar animales y cultivar alimentos.
Este fue el primer paso para la creación de jardines, tal y como hoy los concebimos. Pero no fue hasta la cultura del antiguo Egipto quien, a través de grabados en las paredes de sus tumbas, dejaron constancia de lo que hoy conocemos como los primeros jardines de la humanidad. Palmeras, acacias y flores de loto fueron representadas en una organización que recuerda a los jardines de hoy en día.
Otro referente histórico de jardinería antigua viene de la mano de los Jardines Colgantes de Babilonia, considerados una de las siete maravillas del mundo antiguo y construidos durante el reinado de Nabucodonosor II, si bien no existe consenso científico sobre su existencia, no cabe duda de que al menos las representaciones tanto actuales como históricas hablan de unos jardines con una belleza superior a todo lo visto hasta entonces.
Ya en Europa, se cree que fue en Grecia donde surgió el cultivo de plantas medicinales y ello pudo ser el primer paso para lo que hoy es la jardinería moderna, si bien no eran jardines como los que actualmente tenemos ya que se basaban en arboledas, primando la naturaleza por delante de la arquitectura y encontrándose en ellos estatuas o monumentos dedicados a los dioses, muy probablemente si un caminante actual se diera un paseo por la Antigua Grecia podría identificar un jardín y diferenciarlo de los bosques o la vegetación salvaje.
En lo concerniente a Roma, posterior a la cultura Griega, sus jardines estaban basados en esta, pero llevando el concepto a otra dimensión. Al comienzo, los jardines estaban formados por plantas comestibles. Este concepto era llamado «hortus». Era el comienzo de los jardines-huerto urbanos.
Con el paso de los años los jardines van tomando formas geométricas, con plantas ornamentales y floridas y formaban parte del urbanismo, encargándose estos de dar cohesión a las calles y callejuelas de las villas romanas.
Una importancia relevante, sobre todo en el sur de Europa (Portugal y España), tuvo el jardín islámico con la entrada de los musulmanes en la península. En el concepto de jardín islámico la presencia de agua era esencial. Esta se hacía pasar por los diferentes niveles en que se conformaba el jardín (nivel de sombra, nivel de plantas con flores y nivel de agua) inspirados en los oasis. La geometría jugaba un papel primordial, pues en todos sus jardines existían caminos que se conectaban unos con otros y, vistos desde arriba, recordaban a formas geométricas precisas y preciosas. Prueba de ello la tenemos en los jardines de la Alhambra de Granada o los jardines del Generalife.
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