El suelo donde todo empieza.

¿Qué importancia tiene el suelo para la vida?

El suelo es donde todo empieza. Puede parecer obvio, pero el suelo no es solo el sustrato donde construimos edificios, carreteras o campos de fútbol. En el suelo hay multitud de ecosistemas diferentes, que entre todos forman una red que aporta nutrientes, descompone desechos y da vida a miles de especies.

Además, el suelo ayuda a la mitigación del cambio climático actuando como sumidero de CO2, actúa como reservorio de agua dulce y sirve de sustento nutricional a las plantas de nuestro jardín y/o nuestro huerto.

El suelo es nuestro medio de vida, donde desarrollamos el 99% de nuestra actividad. Pero también es el factor que menos conocemos y nombramos en la lucha contra el cambio climático.

Factores de pérdida de biodiversidad en los suelos.

Los factores que más afectan a la biodiversidad edáfica son los cambios de uso de suelo, la contaminación, la urbanización y las especies invasoras.

Cambios de uso de suelo.

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Los cambios de uso de suelo están referidos, entre otros, a los cambios de suelo forestal a agropecuario. La deforestación de bosques para la creación de pastos y zonas agrícolas está provocando la desaparición de ecosistemas capaces de retener aguas de lluvia y prevención de fenómenos torrenciales en las cercanías de cursos de agua.

Como ejemplo de ello tenemos la deforestación masiva que sufre la selva del Amazonas, en la que se talan árboles de manera que queda libre terreno para agricultores intensivos, causando pérdida de biodiversidad, pérdida de suelo forestal y liberación de carbono retenido en el suelo.

Contaminación.

La contaminación del suelo es la acumulación de sustancias que, si bien pueden presentarse de manera natural en ciertas cantidades o concentraciones, se presentan de forma que se vuelven tóxicas o perjudiciales para el normal funcionamiento de los procesos que se dan en el suelo.

La contaminación edáfica se debe, sobre todo, a la actividad humana. Exceso de nutrientes, vertidos, derrames, escapes… un sin fin de actividades que pueden hacer que el suelo donde las realicemos acabe contaminado.

Urbanización.

Si bien podemos entender la edificación como una forma de progreso renovando la ciudad y dando acceso a viviendas, la realidad es que la urbanización del territorio destruye ecosistemas formados y con procesos maduros.

En muchos casos se proyectan parques o jardines para minimizar el impacto, pero ello no sustituye los ecosistemas silvestres que dominaban la zona anterior y que contribuían al equilibrio natural. Con la construcción de barrios enteros no sólo ecosistemas superficiales se ven afectados, en muchos casos también ecosistemas subterráneos se ven desplazados o eliminados para la construcción de sistemas de saneamiento o el paso de tuberías de energía y gas.

Especies invasoras.

Quizás pueda parecer el factor que menos pueda afectar ya que tendemos a pensar que, por ejemplo, toda planta tiene su lugar en cualquier parte y realizan la misma función.

Esto no es así, ya que determinado tipo de plantas puede competir con la flora autóctona y desplazarla o eliminarla, perdiendo así la biodiversidad local.

Las especies, por ejemplo, polinizadoras pueden no estar desarrolladas para este tipo de planta con lo que se dejaría de realizar la dispersión de esa planta y aumentando así el desequilibrio. Si, además, esa especie se encargaba de sustentar el suelo con sus raíces, asegurándolo en caso de escorrentía, absorbiendo una cantidad de agua o simplemente permitiendo que otras especies convivieran y realizaran dichas funciones, y la especie invasora, teniendo otro rol, no las realizara, estaríamos ante una pérdida de suelo o de equilibrio edáfico importante.

Lo mismo pasa con la fauna, aunque pueda parecer que los animales silvestres no siguen un orden natural la realidad es que todos tienen una función. La propia relación predador/presa es un ejemplo de ello. Si en esa ecuación, en la que puede haber más de una especie predadora para una única especie presa la cual ha adaptado su reproducción y nivel de población a esos predadores, le sumamos una especie invasora también predadora el número de presas descenderá a un nivel que no permita la persistencia de todas ellas y puede ocurrir que las especies locales vean su capacidad mermada y con ello su desaparición.

¿Por qué deberíamos cuidar los suelos?

Existen diferentes tipos de suelos. Alcalinos, ácidos, áridos, húmedos… pero todos tienen una biología fundamental y única. En el suelo comienzan todos los procesos que dan forma a nuestro estilo de vida.

Hemos visto cuáles pueden ser los principales factores de pérdida de suelo. Hay más, por supuesto, pero estos podemos considerarlos como principales.

Si descuidamos el factor edáfico en nuestra particular lucha contra el calentamiento global y el cambio climático, sería como querer reducir emisiones de contaminantes manteniendo la quema de combustibles fósiles para producir electricidad para los coches eléctricos (y esto pasa en la actualidad).

Si no mantenemos la salud óptima de los suelos perdemos alimento, perdemos bosques, perdemos sustento. Y no sólo esto. Perdemos vida. Porque los suelos son vida, la base, donde junto con las aguas de los mares, océanos, ríos y lagos, se generan las bases de la cadena alimentaria que, a su vez contribuyen a la red trófica.

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